Hubo una época, que pocos entre nosotros recordamos por experiencia
personal, en que el concepto de 'modernidad' tenía un único
significado, el de pertenecer a lo que actualmente denominamos
civilización occidental (cualquiera pueda ser su significado) y que,
en tiempos remotos, estuvo estrechamente relacionada con objetos como
los barcos de vapor, los sombreros tropicales, las constituciones, la
publicación de la obra maestra de Darwin, Sobre el origen de las
especies (1859), y la Exposición Universal. Fue también una época en
que nació la antropología definida como 'ciencia del hombre y sus
actos '.
La 'modernidad' es, de hecho, un territorio sin límites difícil de
reconocer. Hace mucho tiempo que se suceden los debates en torno a
ello, debates que han dado lugar al concepto de 'posmodernidad'. Esto
es para decirnos que, de alguna manera, la modernidad ya se ha
realizado, y que lo que viene 'después' no puede ser, desde luego, más
moderno que la propia modernidad. Era muy 'moderno' ser posmodernista,
o incluso deconstructivista, y construir su propia modernidad.
La antropología parece bien preparada para abordar la modernidad
porque no ha hecho otra cosa desde sus orígenes. Sean o no conscientes
de ello los antropólogos, la antropología intenta definir la cultura
de sus creadores y consumidores como 'moderna', y la cultura de los
objetos de sus investigaciones como 'tradicional', es decir 'no
moderna', diferente y atrasada.
Resulta paradójico que la disciplina que ayudó a definir el concepto
de sociedad moderna se encontrara, más tarde, marginada en el seno de
esa sociedad. Por fortuna, la antropología también es capaz de
estudiar las condiciones de su propia existencia.
Cualesquiera hayan sido sus contenidos en el momento de su nacimiento,
o sus cambios posteriores, la antropología ha llegado actualmente a un
punto en que se perfila la necesidad de preguntar de qué trata, qué se
espera que haga, qué es capaz e incapaz de hacer, y si es o no
relevante hoy en día, y en qué medida, sobre todo si se considera el
papel destacado que desempeñó en un pasado no muy lejano y,
finalmente, si merece o no la pena plantear estas preguntas. La
antropología es una disciplina criticada a menudo por sus propios
profesionales por su connivencia con los poderes coloniales, pero
también ofrece un terreno sumamente fértil para un análisis
políticamente consciente de sí misma. En la antropología, que en el
pasado estuvo dominada por hombres y dirigida a hombres, el
pensamiento feminista ha encontrado su terra firme, y que ha a
culturas que en el pasado eran sólo objeto de sus análisis. La rama
más interdisciplinaria de las humanidades (con la posible excepción de
la filosofía), que nació estrechamente ligada a la cultura, se ha
convertido (debido a la lógica de su desarrollo y a su marco interno)
una especie de análisis universal autoreflexivo de la humanidad. No es
de extrañar que busque respuestas para explicar su relevancia en el
mundo en que se desenvuelve.
En cuanto a los temas estudiados, resulta difícil ofrecer una
descripción exhaustiva. En la antropología, posiblemente más que en
cualquier otra disciplina, el cuadro es sumamente complejo debido a
las opciones personales, y porque los intereses y temas han cambiado
muchas veces en poco tiempo. Es estimulante observar, si bien se
distorsiona aún más el cuadro, que algunos antropólogos han
reaccionado con rapidez a lo que está sucediendo más allá de los
marcos académicos. Aún no se perfilan como una corriente poderosa,
pero están adquiriendo fuerza y cuestionando la relevancia del
quehacer 'clásico' de la antropología. Por otro lado, sus detractores
atacan esta tendencia como si fuera una especie de no antropología,
una actividad menos académica y más orientada hacia la práctica. Esto
crea una tensión positiva que propicia un mejor entendimiento entre
las distintas partes y estimula a la antropología a ser a la vez
académica y estar orientada hacia la práctica.
http://www.unesco.org/issj/rics154/hubingerspa.html
Dulce Leonor Fonseca Perez
C.I 21085969
EES